Hace no tantos años este pensamiento estaba constantemente presente en mi cabeza. Quería negarlo, quería extirparlo, pero hiciera lo que hiciese seguía ahí.

Tenía clarísimo que quería dejar de sentirme mal y de avergonzarme de quién era y quién había sido. Sin embargo, no tenía ni idea de cómo lo iba a hacer.

La única solución que encontraba era luchar contra mi misma, ir en contra de mi primer impulso y eso me frustraba muchísimo porque al final volvía a caer una y otra vez en todos esos comportamientos que quería desterrar de mi vida.

Di todos los pasos que se suponía que me darían la felicidad: estudié, saqué buenas notas, encontré un buen trabajo, gané dinero, me casé, tuve hijos… pero mi vida estaba lejos de parecerse a la felicidad.

Trabajé más de 20 años en grandes proyectos internacionales de obra civil, viajando por el mundo, superando desafíos, formándome, llegando a todo: éxito profesional, madre responsable y presente, dispuesta para todos y lo único que sentía era un gran vacío, muchas preguntas y ninguna respuesta.

¿Qué hice? Tomé una decisión, la firme decisión y propósito de dejar de correr huyendo de la vida y recuperarla fuese como fuese.