La solución definitiva a la procrastinación
Saber como dejar de procrastinar es un objetivo esencial para lograr lo queremos, tanto en lo profesional como en cualquier otro ámbito de nuestra vida.
Sin embargo, conseguir hacer lo que nos proponemos de forma automática suele ser una utopía muchas veces nos trae desesperación y frustración al ver cómo nuestros objetivos y por lo tanto nuestros sueños se alejan más y más de nosotros..
La procrastinación es uno de los obstáculos más grandes que nos encontramos cuando caminamos hacia nuestros sueños y objetivos.
¿Cuántas veces te has dicho: “esta vez sí lo lograré”? ¿Cuántas nuevas técnicas de planificación y control del tiempo has empleado para acabar aquello que empezaste? ¿Cuántas aplicaciones están ocupando espacio en tu móvil y sigues aplazando eliminarlas? ¿Cuánto tiempo más seguirás procrastinando?
Para saber cómo dejar de procrastinar necesitas hacerte una pregunta que no solemos hacernos:
Cuando tienes tu plan de acción definido, pero algo te arrastra con fuerza al extremo opuesto, ¿qué es lo que sueles dejar para después?
• ¿Lo que quieres hacer?
• Ó, ¿lo que tienes que hacer?
¡Exacto! Lo primero que pospongo es lo que TENGO QUE hacer pero NO QUIERO HACER
Te haré otra pregunta: cuando te planteas objetivos y diseñas tu plan de acción, las acciones de las que constan tus planes, lo son porque: ¿las tienes que hacer? ¿O porque las quieres hacer? Piénsalo un momento antes de seguir leyendo, por favor.
Seguramente cuando eras una niño/a nadie te preguntó que querías hacer en tu vida. A casi ningún niño/a se lo preguntan.
Cuando yo era niña tenía que ir a la escuela, a las clases de natación, a música… simplemente porque era lo que se consideraba mejor para mí. Nadie lo ponía en duda y mucho menos yo.
Quien decidía lo que era mejor para mí y cuáles eran las tareas en las que ocupaba mi vida eran otras personas: mi madre, mis profesores, mis entrenadores…
Y entre el paso de aquella niña y a la mujer que soy hoy, nadie me dijo en ningún momento que ya podía empezar a tomar mis propias decisiones, que podía empezar a pensar en lo que yo quería y que ya tenía criterio para saber y decidir qué era lo mejor para mí.
Así que, si has vivido una situación parecida, quizás hoy, cuando quieres ponerte un objetivo en la vida en vez de preguntarte a ti misma “¿qué quiero yo?”, probablemente lo buscas en Google.
Y si no lo encuentras, te fijas en los objetivos que se ponen los demás, aunque muchas veces no lo reconozcamos.
Sigues estableciendo objetivos para ser aceptada, para ser admirada, para que te reconozcan desde fuera lo que vales, exactamente como aprendiste cuando eras niña: que solo los demás saben hacia donde debo caminar.
Mientras este programa siga activo en tu subconsciente, la recompensa de cualquier objetivo que te propongas será siempre externa. Y necesitarás el reconocimiento de los demás para disfrutar del logro.
Para avanzar en la vida, para alcanzar objetivos necesitas invertir energía, para dejar de procrastinar debes tener muy claro que la gasolina de tu motor solo la puede surtir el que realmente quiere alcanzar la meta.
Hasta que el regalo de conseguir tu objetivo no sea realmente para ti, hasta que no sea lo que realmente deseas tú, procrastinarás.
¿Por qué? Porque tu mente es tu fiel servidor y trabaja de forma implacable
Su objetivo es acercarte al placer y alejarte del dolor con el menor gasto energético posible. Por eso, si tu objetivo no te va a satisfacer profundamente, tu mente va a emplear sus mejores estrategias para sabotearte, para que evites desperdiciar tu energía y alcances el placer o evites el sufrimiento de una forma mucho más directa y simple.
Por ejemplo, si tu objetivo es adelgazar será muy diferente si lo haces para gustar a los demás, ser aceptada y admirada, que si lo haces para ti: para sentirte sana, activa y bien contigo misma.
Yo practiqué natación durante toda mi infancia, conseguí grandes logros y durante mucho tiempo fue un eje importante en mi vida. Sin embargo, nunca nadie me preguntó si yo quería hacerlo. Asumí que era lo que tenía que hacer para cumplir con lo que se esperaba de mí y no había más que pensar.
Cuando crecí, durante mi adolescencia dejé de hacer todo tipo de deporte, incluso cuando realmente me lo quería proponer, porque me sentía mal conmigo misma.
Mi cuerpo rechazaba volver a hacer las cosas solo porque tenía que hacerlas y encontraba gratificación mucho más fácilmente en salir con los amigos, comer, beber…
Me di cuenta de que no conseguía hacer ejercicio porque… ¡La recompensa no era para mí! La recompensa era externa. No había nadie que echara gasolina a mi depósito.
Hasta que no empecé a descubrir todos los programas subconscientes que me estaban impidiendo avanzar hacia donde yo quería y a limpiarlos, no pude preguntarme para qué realmente quería hacer ejercicio y por lo tanto seguía sin saber cómo dejar de procrastinar.
Hasta que no empecé a hacerlo porque realmente quería yo, no gastaba mi energía en ello porque la recompensa no era para mí. En mi mente perdía fuerza la recompensa de que los demás me dijeran qué guapa estaba, y era mucho más fácil coger el camino más fácil: procrastinar.
Empecé a cuidar mi cuerpo cuando empecé a amarlo y a darme cuenta de que cuidándolo sentía el placer y la satisfacción de que el premio era sólo para mí. Y lo hice con mucho más ahínco.
Por ello, para saber como dejar de procrastinar tienes que empezar a preguntarte de corazón: qué quiero hacer yo; y dejar de pensar en los objetivos o logros que te harán ser exitosa para que los demás te admiren y/o cambien la opinión que tienen sobre ti.
Mientras tu gasolina dependa de algo que no seas tú, tu depósito seguirá vacío.
Asegúrate de que quién llena el depósito eres siempre tú, que la motivación última seas tú, y que el regalo es algo que vas a disfrutar tú directamente, sin depender de nadie más. De esa manera: